Asesoría e Investigación en Temas Jurídicos, Económicos y Sociales.

jueves, 15 de febrero de 2007

La solidaridad intergeneracional no es de izquierdas o de derechas

Por: Leonidas Wiener Ramos

El último sábado (10/02/07), el diario “El Comercio” publicó un artículo del periodista cubano Carlos Alberto Montaner, titulado: “El cambio climático en el debate político”. El nombre del artículo podría sugerir al lector que el tema de fondo es el calentamiento global. Sin embargo, para el autor se trata del debate histórico entre individualistas y colectivistas, entre personas ubicadas a la derecha del espectro político y personas ubicadas a la izquierda. Quisiera hacer referencia a algunos extractos del mencionado artículo para luego dar paso a una reflexión personal sobre el tema.

En primer lugar, el artículo señala que los colectivistas, entiéndase los que velan por los intereses de la colectividad, suponen que las actividades industriales y la combustión de residuos fósiles en unos años conllevarán (o están conllevando) consecuencias catastróficas para el planeta. El autor considera que, en las filas del colectivismo ambientalista (“los verdes”), se dan cita socialistas de toda clase, los cuales ven en la protección al medio ambiente un nuevo terreno sobre el cual aplicar sus ideologías desfasadas. Por otro lado, los individualistas consideran que todas las predicciones sobre el calentamiento global obedecen a intereses de un “fundamentalismo ecológico” (como señaló Álvaro Vargas Llosa, socio ideológico del autor del artículo) y que no tienen sustento científico. Para sustentar su posición, los individualistas hacen referencia a informes apocalípticos de Naciones Unidas de hace varios años que terminaron siendo erróneos, como uno que pronosticaba una nueva era de glaciación sobre la tierra.
Hace un par de semanas, el presidente de Francia Jacques Chirac, hizo un llamado a la población mundial sobre la necesidad de efectuar cuanto antes una “revolución” en cuanto a la gestión del medio ambiente, con el objetivo de afrontar los peligros del cambio climático. Dudo mucho que Chirac, perteneciente al partido conservador de Francia, pueda caber en el mismo saco con todos los comunistas reciclados a los que Montaner hace mención en su artículo. Por otro lado, ¿todas las conjeturas y predicciones sobre el cambio climático no tienen un asidero en la realidad? Día a día vemos como se producen desastres relacionados con el clima alrededor del globo, los mismos que han ido en aumento a lo largo de los últimos años. Además, somos testigos de acontecimientos sin precedente alguno, como por ejemplo, nevadas en Malibú (California), huracanes en Europa, ciclones frente a la costa de Brasil, temperaturas extremas alrededor del globo. ¿Pueden considerarse a estos fenómenos como hechos aislados?.
Siguiendo con el artículo, Montaner señala que, dado que el debate climático cuenta con escaso sustento científico, lo que se está debatiendo realmente representa una nueva versión de la histórica pugna ideológica entre la izquierda y la derecha, plasmada ahora en el campo del medio ambiente. O, como afirma el autor: “…entre quienes defienden a la sociedad en abstracto y quienes centran su discurso en la protección de los seres humanos de carne y hueso.”, o entre “...los liberales, mucho más interesados en los derechos de las personas de aquí y de ahora que en el destino de las generaciones futuras.”
Por último, Montaner hace un llamado a los “colectivistas-ambientalistas” a que no se queden en el discurso retórico y comiencen a desarrollar prácticas que evidencien una preocupación real por el futuro del planeta. En tal sentido, el autor hace una analogía entre los amish[1], que como se sabe llevan un estilo de vida basado en prácticas ancestrales, y las formas de vida que deberían llevar los colectivistas-ambientalistas para que su discurso tenga una coherencia moral.
Existen algunas contradicciones en el análisis de Montaner que es bueno resaltar. El liberalismo, corriente ideológica a la cual se adscribe, tiene como uno de sus pilares básicos la exaltación del universalismo, que exige tratar a las personas de una forma ciega a las diferencias, todo lo cual implicaría dejar de lado cualquier clase de particularismos (entiéndase nacionalidades o sentimientos de pertenencia comunitarios). El autor parece olvidar que, cuando se habla de asumir acciones ante el peligro del cambio climático no se hace referencia a acciones por parte de una sociedad determinada o a algún ente colectivo en particular, sino a acciones de alcance global o universal. Nunca como ahora se nos presenta un peligro de tal magnitud que puede afectar la continuidad de nuestro planeta tal como lo conocemos, y porqué no, de la especie humana. En tal sentido, cualquier política relacionada al medio ambiente está por encima de cualquier particularismo o comunitarismo, es una política universalista. El autor se equivoca al pretender atribuir a colectividades determinadas lo que es un problema de alcance global.
Por otro lado, cuando el autor señala que las corrientes de izquierda defienden a la sociedad en abstracto y que las corrientes de derecha defienden y protegen a los individuos, parece que éste hiciera alusión a las viejas teorías liberales que consideran al ser humano como un ser abstracto, descontextualizado, dotado de derechos y de una concepción moral anteriores a su entorno social, político e histórico. Sin embargo, actualmente tiene amplia aceptación, aún para doctrinarios de tendencias liberales como Will Kymlicka, la tesis de que el entorno social y cultural es un factor importante en la determinación de la identidad del individuo. Los derechos colectivos tienen un asidero en la realidad, y su protección y realización constituyen parte importante de la realización de los intereses individuales, porque se sustentan en la igualdad de los hombres. La igualdad de los hombres exige tener en cuenta su pertenencia a los entes colectivos.
De esta manera, no es necesario atribuir un valor intrínseco o un “derecho moral” a las colectividades para resaltar su importancia en cuanto a la formación de la identidad del individuo. El liberalismo no tiene porque ser contradictorio con el colectivismo porque, en ambos casos, el fin y valor último lo constituye el individuo. Si las colectividades no se basan en su pleno servicio hacia los individuos entonces no tienen razón de ser.
Rescato el llamado del autor a no quedarnos en el discurso retórico y comenzar a desarrollar prácticas ecológicas que partan de nuestra propia iniciativa, las cuales puedan servir a otros para seguir el mismo ejemplo. Eso no implica restringir nuestras libertades o dar atribuciones a las colectividades para que puedan limitar nuestra autonomía personal, sino tomar conciencia del mundo que tenemos ahora y del mundo en que vivirán las generaciones que nos sucederán, de las cuales formarán parte nuestros hijos y nuestros nietos. La solidaridad intergeneracional no es de izquierdas o de derechas.

[1] Los amish son un grupo cultural, religioso (de origen cristiano) y étnico fuertemente cohesionado, descendiente de inmigrantes suizos de habla alemana principalmente, que se caracteriza por sus restricciones en cuanto al uso de algunas tecnologías modernas. La comunidad amish se compone de alrededor de 200.000 personas, las cuales habitan en Estados Unidos y Canadá.

1 comentario:

gabriela wiener dijo...

Estupendo!! Celebro tu incursión en el análisis político. Vivan las nuevas generaciones! sean de izquierda o de derecha.
besos
Gabriela