Asesoría e Investigación en Temas Jurídicos, Económicos y Sociales.

jueves, 15 de marzo de 2007

Violencia sin fin y viejas rivalidades en Irak

Por: Leonidas Wiener Ramos

Existen diversos puntos de vista que intentan dar una explicación a lo que está ocurriendo actualmente en Irak, en relación al conflicto sectorial entre árabes chiítas y árabes sunitas[1] que día a día cobra la vida de innumerables personas. Algunos sitúan las causas de tal conflicto en fenómenos coyunturales, como la invasión norteamericana; otros atribuyen estos hechos al pasado régimen represivo del sunita Saddam Hussein, el cual habría sido el caldo de cultivo de las actuales luchas sectarias. Sin embargo, en países como Irak, los cuales han sido objeto de dominación colonial, los conflictos suelen relacionarse con fenómenos más estructurales, que deben ubicarse en el mismo surgimiento del Estado. Este ha sido un principio elemental ignorado por el conservadurismo estadounidense.

La liquidación del colonialismo fue uno de los fenómenos a nivel global más importantes de la segunda mitad del siglo XX. Cuando se creó el organismo de las Naciones Unidas en 1945, 750 millones de personas -casi una tercera parte de la población del mundo- vivían en territorios no autónomos, dependientes de potencias coloniales. En la actualidad, menos de dos millones de personas viven en esos territorios[2].

Sin embargo, debido a que la conformación territorial de los Estados surgidos de la descolonización fue realizada en base a los intereses económicos y políticos de las potencias coloniales -sin tomar en cuenta la composición étnica o las afinidades culturales de dichos pueblos-, los nuevos Estados han tenido que respetar la intangibilidad e inviolabilidad de las fronteras en base al principio de conservación de la integridad territorial del Estado, aún en perjuicio en muchos casos de la unidad de sus pueblos. Esta situación ha significado que, los nuevos Estados han tenido que afrontar numerosos problemas internos por su incapacidad para asimilar e integrar en condiciones de igualdad a las distintas colectividades o grupos étnicos que pueblan sus territorios. Guerras civiles, violencia crónica, enfrentamientos entre etnias, inestabilidad política, han sido las constantes en muchas de estas nuevas agrupaciones políticas. Existen muchos ejemplos ilustrativos al respecto: la guerra en los Balcanes; el conflicto separatista de la etnia tamil en Sri Lanka; la lucha entre musulmanes y no musulmanes en Sudán; entre muchos otros.

La situación de Irak no escapa a esa realidad. El territorio que ahora constituye dicho país formaba parte del Imperio Otomano hasta la caída de este último tras la finalización de la Primera Guerra Mundial. Un acuerdo entre las mayores potencias coloniales de ese entonces, Francia y Gran Bretaña, decidieron la conformación territorial de los países del Medio Oriente. Irak fue constituido sobre la base del territorio de la antigua Mesopotamia y pasó entonces a ser un protectorado de Gran Bretaña -gracias a la anuencia de la recién creada Sociedad de Naciones- debido a la supuesta misión “civilizadora” que tenía que cumplir este el país británico en dicho territorio.

Posteriormente, Irak accedió a la independencia y se constituyó como un Estado, pero no en base a un acuerdo libre y voluntario de los distintas colectividades que formaban su sociedad -entre las cuales, las más representativas son los árabes chiítas, los árabes sunitas, y los kurdos- para coexistir juntos, sino en base a un orden territorial previamente establecido e impuesto por las potencias coloniales. Los distintos gobiernos que se han sucedido desde entonces hasta la invasión norteamericana en el año 2003, apelaron casi siempre a métodos autoritarios y represivos sobre todo para imponer a una minoría como los sunitas sobre los otros dos grupos étnicos fundamentales, los chiítas y los kurdos. Actualmente, tras el pretendido establecimiento de un régimen de democracia en el país sostenido por la ocupación de las tropas norteamericanas e inglesas, se pueden visualizar claramente los problemas que conlleva el establecimiento de un Estado viable cuando existen tantos grupos con intereses marcadamente diferenciados. A ello habría que añadir el importante papel de la religión en la adopción de dogmas incuestionables, todo lo cual genera un difícil obstáculo en el establecimiento de acuerdos llevados por consenso.

El problema estructural de Irak, visto desde esta perspectiva, es un caso que se ha repetido en muchos de los nuevos Estados que alguna vez fueron colonias. Parafraseando a Rousseau en su teoría del contrato social, cualquier organización política para ser viable debe surgir a través de un pacto libre y voluntario de los individuos que lo conforman, no a través de una imposición externa basada en intereses económicos o políticos. La democracia y el consenso para vivir juntos no se llevan en la punta de los fusiles. Tal vez ahora el gobierno de Estados Unidos pueda comprender mejor por qué su política en Irak lo llevará a un fracaso irremediable.

[1] El chiísmo y el sunismo son las dos principales corrientes del Islam, siendo los sunitas los que representan a la mayoría de la población musulmana. Sin embargo, en países tales como Irak o Irán, la mayoría es población chiíta.

[2] KRASNER, Stephen. Soberanía, hipocresía organizada .Buenos Aires: Editorial Paidós. 2001

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